Cómo educar a un hijo consentido: claves para padres

Educar a un hijo consentido es contribuir a que sean adultos intolerantes, egoístas e incapaces de superar la frustración de manera productiva. Ser padres no es fácil, pero sobreproteger a los hijos y acceder a todas las peticiones o caprichos, por muy pequeños que sean, puede tener consecuencias negativas para su desarrollo emocional tanto en la infancia como en la adolescencia.

Como padres queremos lo mejor para nuestros hijos, pero en ocasiones, sin ser conscientes, al ser demasiado permisivos y no poner unos límites claros estamos cometiendo un error, y en lugar de enseñarles a ser tolerantes a la frustración y responsables se fomenta el egoísmo y la falta de empatía. Sobreproteger o mimar de forma exagerada a los hijos puede convertirlos en tiranos, lo que se conoce como el síndrome del emperador, afectando no solo a las relaciones de los hijos con sus padres, sino con el resto de su entorno.

¿Cómo saber si mi hijo esta consentido?

  • Un hijo consentido o caprichoso no acepta un ‘no’ por respuesta.
  • Tratan de llamar la atención constantemente.
  • Las rabietas infantiles son su respuesta cuando no se les da o se hace lo que quieren.
  • No tienen en cuenta los deseos de los demás ni les gusta compartir sus cosas, ni siquiera con sus hermanos.
  • Se muestran malhumorados y tristes con frecuencia.
  • Los niños consentidos son envidiosos.
  • Pierden rápidamente el interés por las cosas y no se esfuerzan por conseguir las cosas por sí mismos.
  • Se muestran reacios a los cambios (ir a la guardería, a la escuela…).
  • Tienen dificultades para relacionarse con los niños de su edad.
  • Los niños consentidos son más dependientes emocionalmente de sus padres.

¿Qué hacer para no malcriar a los hijos?

  • Educar con autoridad y cariño para fomentar la autonomía y la autoestima de los hijos.
  • Los hijos toman ejemplo de los padres, por lo que hay que ser coherentes para inculcar una educación en valores.
  • Enseñar a los niños a respetar las reglas estableciendo normas realistas y adecuadas a su edad y las consecuencias por su incumplimiento (por ejemplo, por no recoger su habitación).
  • Enseñar a los niños a compartir, a ser respetuosos con los demás y a saber ponerse en el lugar del otro.
  • No ceder ante sus rabietas o enfados, ni siquiera en las situaciones más difíciles.
  • Enseñar a los niños a aceptar un ‘no’ por respuesta.
  • Compartir tiempo con ellos y fomentar la comunicación.
  • Preocuparse por sus intereses y sus gustos.
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