Lactancia materna: Verdades y mitos

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La leche materna está considerada no solo como el alimento por excelencia para los bebés -al menos, según los pediatras, hasta los primeros seis meses de vida-, sino también como la mejor vacuna para aumentar las defensas del recién nacido. Dar de mamar al bebé es bueno para favorecer su desarrollo saludable. Sin embargo, al igual que sucede con otros aspectos de la salud, alrededor de la lactancia materna también han surgido verdades y mitos. Y éstos últimos son los que conviene desterrar, ya que no siempre se apoyan sobre una base científica o realista.

De entrada, como hemos señalado, la primera verdad irrefutable es que no hay alimento mejor para el bebé que la leche materna. Pero, ¿si toma leche ya no necesita beber más agua? Aquí encontramos la primera verdad a medias, porque aunque es cierto que la leche es fundamentalmente agua (en torno al 87% de su volumen), esto no quiere decir que sacie por completo la sed del bebé. Así, por ejemplo, la sed también puede aparecer por sudoración o por exceso de calor. De hecho, a veces, cuando el bebé llora, no significa necesariamente que tenga hambre, ya que también puede tener sed. Para ello, podemos darle un poco de agua o manzanilla en biberón.

¿Lo que come la madre influye en el sabor de la leche? Cierto. Algunas especias y alimentos pueden dar a la leche materna un sabor desagradable. Es el caso, por ejemplo, de alimentos como la cebolla, el ajo, los pimientos, la col, el perejil, las alcachofas o los espárragos. No es necesario eliminarlos completamente de la dieta, sino de tratar de reducir lo máximo su consumo.

¿Hay que ajustar el tiempo de cada toma? Falso. El bebé tiene la capacidad de autorregularse, es decir, él mismo sabrá cuando quiere más o menos leche. En otras palabras, las mamás deben respetar los tiempos de los niños.

Otra duda que también surge respecto a la lactancia materna es si, una vez que aparecen los primeros dientes, hay que dejar de amamantar. Falso. De hecho, hay madres que optan por seguir dando el pecho al niño más allá de los primeros seis meses e, incluso, el año. A medida que el niño vaya creciendo, sus necesidades también van cambiando, por lo que, a partir del cuarto o quinto mes podemos empezar con el destete y la introducción de nuevos alimentos en su dieta. Durante este tiempo se puede combinar perfectamente la leche materna con otros alimentos líquidos y sólidos que irá descubriendo a través de sus primeras papillas y purés.

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