Arfid: trastorno de alimentación selectiva infantil

Arfid (siglas en inglés de Avoidant-Restrictive Food Intake Disorder) es el acrónimo para identificar el que está considerado como el último tratorno en alimentación infantil identificado, para definir aquellos comportamientos de los niños que seleccionan los alimentos, muy frecuente sobre todo entre los niños de 2-3 años de edad, pero que si no se ataja a tiempo puede persistir hasta la adolescencia. ¿En qué consiste?, ¿cuáles son las causas? Vamos a ver, más detenidamente, qué lleva a los niños a rechazar el consumo de determinados alimentos.

¿Qué es?

El Arfid, tal y como hemos señalado, es un trastorno de la alimentación infantil que hace que los niños seleccionen, de manera incluso obsesiva, los alimentos y a menudo los rechazan, como si no sintieran el más mínimo interés. Sí hay que subrayar que se puede hablar de este trastorno cuando la negativa persiste en el tiempo y no se produce de forma esporádica. También hay otras señales que permiten diagnosticar este trastorno alimentario, incluyendo deficiencias nutricionales, necesidad de suplementos alimenticios, problemas de interacción social. Los síntomas pueden recordar la anorexia infantil, pero no deben confundirse, porque cada uno tiene sus particularidades.

Este trastorno selectivo de alimentos puede tener sus consecuencias, la primera de ellas, y la más importante porque está en edad de desarrollo, la carencia o déficit de nutrientes. Hay que tener en cuenta que los niños suelen rechazar precisamente los alimentos con nutrientes esenciales como vitaminas, minerales o fibra (presente en frutas y verduras o legumbres y pescado). Carencia que no solo afecta al desarrollo físico, también psicológico, afectando a su rendimiento intelectual.

En cuanto a las causas, pueden ser de diversa naturaleza. Por un lado, el rechazo a determinados alimentos puede deberse a experiencias traumáticas, como en el caso de haber experimentado un susto o riesgo de asfixia. Por otro lado, según los expertos, podría haber una causa genética, como la aversión innata a los alimentos grasos. En otros casos, el problema se debe a alergias a los alimentos, enfermedad celíaca o incluso trastornos del neurodesarrollo, sin olvidarse que los niños imitan las conductas de los adultos, así que los padres no comen bien, el niño hará lo propio. Por último, están las causas psicológicas debido a la dificultad para expresar emociones, en caso de timidez o problemas de aprendizaje.

¿Qué hacer?

Si no hay causas de tipo físico, que requieren una intervención específica, es necesario hacerlo desde el punto de vista psicológico, recurriendo a un profesional que tratará de orientar a los padres sobre diferentes estrategias a seguir, como animar a los niños a preparar los platos para despertar los sentidos. En cualquier caso, es importante que los padres eviten adoptar actitudes sobreprotectoras y permiten a los niños seleccionar un poco a la hora de comer sin interferir demasiado. Lo mismo con respecto a las actitudes de excesiva rigidez, amenazas o castigos si el niño no quiere comer.

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