Tics nerviosos: Señales para reconocerlos

Los tics nerviosos se pueden definir como los movimientos o contracciones involuntarias, repetitivos e, incluso, bruscos, de cualquier músculo corporal. Desde los tics más comunes, como parpadear muy rápido, guiñar un ojo o arrugar la nariz, a los más raros, como estirar uno de los brazos de manera reiterada.

Factores genéticos (antecedentes familiares), ambientales (estrés, nerviosismo…) o neurobiológicos pueden influir en la aparición de los tics, los cuales suelen ser más frecuentes en la infancia. En la mayoría de los casos remiten a medida que los niños crecen, pero en otros se mantienen en la edad adulta, pudiendo llegar a resultar incómodos y afectando a la autoestima.

En situaciones de ansiedad, estrés, fatiga los tics nerviosos pueden volverse más recurrentes, así como en casos de carencias nutricionales, por efecto de algunos medicamentos o por abusar de bebidas como el café. La causa que los provoca sigue siendo una pregunta sin todas las respuestas.

Cómo reconocerlos

Podemos hablar de dos tipos de tics. Por un lado, los tics motores y, por otros, los fónicos. En el primer caso, se incluyen los movimientos involuntarios en los que interviene un grupo muscular. Como ejemplo, el parpadeo, movimientos de los ojos, muecas, movimiento de cejas, arrugar la nariz o movimientos de hombros. Los tics motores se consideran complejos cuando están implicados más de un grupo muscular, como saltar, repetir de manera involuntaria los gestos observados en otra persona, tocar o dar vueltas al andar.

En cuanto a los tics fónicos hacen referencia a la emisión de ruidos o sonidos, como gruñir, carraspear… Los tics fónicos se consideran complejos, por ejemplo, la repetición palabras o frases o los cambio en el énfasis de la voz. Una de las formas crónicas de los tics, que incluye tics motores y fónicos, es el denominado Síndrome de Gilles de la Tourette.

Los tics, cuando no desaparecen y se convierten en una molestia, se pueden controlar con un tratamiento terapéutico adecuado. En algunos casos el médico también puede prescribir algún tipo de tratamiento farmacológico para ayudar a controlarlos.

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