5 juegos clásicos de tu infancia que deberías enseñar a tus hijos [MULTIPÁGINA]

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Seguro que recuerdas con mucho cariño los juegos de tu niñez, cuando solías jugar al aire libre y no existía la actual inundación tecnológica. Estos juegos eran especialmente beneficiosos, ya que no sólo ejercitabas todas las partes del cuerpo, sino que primaba la socialización con otros niños. Las risas y la resolución de conflictos estaban a la orden del día, lo cual ayudaba al correcto desarrollo psicológico y facilitaba el entendimiento del mundo que nos rodeaba. ¿Por qué no regalarles a tus hijos esa experiencia? Te recordamos los 5 mejores juegos clásicos de tu infancia que deberías enseñar a tus hijos. ¡Te vendrán recuerdos inolvidables!

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La rayuela

Tan sólo era necesaria una tiza para dibujar en el suelo los característicos cuadrados de la rayuela. Éstos estaban dispuestos en fila, de modo que debías saltar a la pata coja cuando aparecía un cuadrado y apoyando los dos pies cuando habían dos. Seguro que también recuerdas unos números escritos, y es que era un juego que ayudaba a memorizar los números del 1 al 10. El hecho de combinar perfectamente el aprendizaje y el ejercicio físico lo convierten en un juego perfecto para tu hijo.
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Polis y cacos

El tradicional pilla-pilla se convertía en todo un reto para los niños cuando tomaban el rol de ser los buenos o los malos. Este juego no sólo fomentaba el ejercicio físico de la forma más divertida, sino que enseñaba a ponerse en la situación de otra persona, aumentando el sentido de la empatía. Además, también ayudaba a entender y mejorar el trabajo en equipo.
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La gallinita ciega

El juego de la gallinita ciega comenzaba tapando los ojos de uno de los niños con una venda y dándole tres vueltas. Una vez situado, debía conseguir tocar a alguno de sus compañeros. Cuando lograba alcanzar a alguien debía adivinar de quién se trataba, únicamente tocándolo. Esto fomentaba el uso de los sentidos del oído, el tacto e, incluso, el olfato.
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El escondite

Existen dos variantes del escondite totalmente distintas. Por un lado, el escondite clásico se basaba en que el niño que se la llevaba tenía que encontrar a los demás, que estaban escondidos. Esta variante promovía el ingenio y el ejercicio físico. Por otro lado existía el escondite inglés, que consistía en que un niño contaba “un, dos, tres, escondite inglés” de espaldas mientras el resto de compañeros trataban de llegar a la pared. En este caso perdía quien se movía, por lo que perfeccionaba el movimiento físico.
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La comba

A la comba podía saltarse tanto en solitario como en grupo. Este sencillo juego sólo requería de una cuerda y era perfecto para hacer ejercicio físico, pero además aportaba una importante lección psicológica: la superación personal. Entrar cuando otros dos niños movían la cuerda, aprender nuevos trucos y aguantar cada vez más sin fallar nos hacía ser persistentes. ¡No dudes en enseñárselo a tu hijo!
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