Sensibilidad al frío y al calor: Síntomas

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Sensibilidad al frío y al calor: Síntomas. ¿Prefieres un ambiente fresco o caluroso? La respuesta a esta pregunta puede estar en la mayor o menor sensibilidad a las temperaturas. Aunque no hay edad para ser más o menos sensibles a los cambios de temperatura, sí es cierto que la edad es un condicionante y que, a medida que nos hacemos mayores, lo notamos más. Las personas sensibles al frío suelen tener las manos y los pies de manera habitual fríos. Por su parte, las personas más sensibles a calor suelen padecer problemas como sudoración excesiva.
 
¿Frío o calor? La opción tiene mucho que ver con nuestra mayor o menor sensibilidad al frío y al calor. Tal y como hemos señalado, no todos soportamos igual, y de manera llevadera, los cambios de temperatura. Así, algunos nos mostraremos más sensibles al frío y otros a las temperaturas demasiados altas. Y esta sensibilidad se traduce en consecuencias físicas. Por ejemplo, las personas sensibles al frío suelen tener las manos y los pies fríos. Esto se debe que el sistema nervioso que controla la respuesta de nuestro cuerpo a los cambios de temperatura, dirige la sangre lejos de las extremidades para mantener los órganos vitales, como el corazón, calientes. Puede producirse a cualquier edad, pero en las personas mayores conviene prestarle especial atención ya que puede ser un factor de riesgo de la denominada hipotermia accidental, cuando la temperatura del cuerpo baja a los 35 grados centígrados. En estos casos, pueden aparecer síntomas como una frecuencia cardiaca más lenta e irregular, desorientación y dificultades para hablar.
 
De igual manera se puede ser sensible al calor. En estos casos, la sensibilidad suele llegar acompaña de problemas como la sudoración excesiva, una incómoda molestia. Esto se produce porque el sistema nervioso hace que los vasos sanguíneos menores de la piel se dilaten y permitan el paso de más sangre.
 
Hay dos problemas relacionados con el calor. Por un lado, la insolación (cuando la temperatura corporal supera los cuarenta grados), producida por la exposición al sol y con síntomas tales como desmayo, confusión, pulso acelerado, náuseas y enrojecimiento de la piel. También puede aparecer sudoración y debilidad, debido a la pérdida de agua y sal de nuestro organismo.
 

Consejos para mitigar la sensibilidad al frío y al calor

Para evitar tener las manos y los pies siempre fríos, es aconsejable utilizar prendas elaboradas con materiales que conserven el calor (lana, plumón, seda o sintéticos). En invierno, conviene taparse las orejas y la cabeza al salir a la calle, ya que gran parte del calor se pierde precisamente por la cabeza.
 
La alimentación también juega un papel importante, así como el mantenerse activo, porque la actividad aumenta el flujo de sangre a las manos y los pies. Es aconsejable, por su parte, evitar el tabaco y la cafeína, porque pueden contribuir a bajar la temperatura corporal. Y, otro consejo, evitar el estrés, que impulsa a tu cuerpo a producir adrenalina, disminuyendo el flujo de sangre a las extremidades.
 
Por su parte, si padecemos sensibilidad al calor, es aconsejable usar ropa ligera, ancha y de colores claros. La hidratación juega, en este caso, un papel esencial. Eso sí, evitando las bebidas alcohólicas. Los baños y duchas frescas, la aplicación de compresas frías y el aire acondicionado, pueden ayudar a sentirnos más cómodos.

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