El patriarcado también se manifiesta en la sexualidad. Esto no es algo nuevo, no hay más que ver los desgarradores datos sobre violaciones y vejaciones hacia mujeres en el mundo. Sí, pero ¿sabías que también está presente en nuestra intimidad sexual?. Lo han llamado ‘brecha del orgasmo’. Te contamos qué es.
¿Qué es la brecha del orgasmo?
Cada vez se habla más de la brecha del orgasmo. Numerosas académicas feministas (y feministas en general) están empezando a incluir este término para explicar lo que pasa en la sexualidad femenina y masculina y cómo las diferencias de género afectan en las relaciones íntimas.
En términos cuantitativos, la brecha del orgasmo mide la diferencia de orgasmos vividos entre hombres y mujeres. Un estudio con población estadounidense asegura que las mujeres tienen aproximadamente un orgasmo por cada tres que disfruta un hombre, teniendo los mismos encuentros sexuales. ¿Qué significa esto? Pues que las mujeres heterosexuales no están disfrutando plenamente de su sexualidad, a pesar de que sus parejas masculinas sí lo hacen (al menos en Estados Unidos, porque habría que ver si la brecha es más o menos amplia en cada país).
Brecha del orgasmo en profundidad
Pero para entender este dato hay que profundizar mucho más en ciertos aspectos de la intimidad heterosexual y cómo se desarrolla la sexualidad entre hombres y mujeres. La periodista y escritora Peggy Orenstein dedicó tres años a entrevistar mujeres entre 15 y 20 años sobre sus actitudes y experiencias sexuales, y se dio de bruces con esa brecha sexual que separa el mundo femenino y el masculino. Por cierto, tiene una charla TED sobre este tema interesantísima.
Tras sus numerosas entrevistas, Orenstein se dio cuenta de que las mujeres no se creen con el derecho de sentir placer, a pesar de que sí han hecho suyo el derecho de consentimiento. Es más, no sólo las mujeres no experimentan placer en gran parte de sus relaciones sexuales, sino que suelen aceptar vivir con terribles experiencias que las empuja a experimentar sentimientos como vergüenza, humillación, situación deprimente, degradante… y dolor.
Así es como muchas jóvenes experimentan actualmente su sexualidad, mientras que las investigaciones apuntan a que los hombres jóvenes tienen sentimientos muchos más positivos hacia sus relaciones sexuales. De hecho, Orenstein menciona una investigación realizada por Sara McClelland, psicóloga de la Universidad de Michigan, en la que asegura que es más común que los hombres jóvenes midan su satisfacción sexual por el número de orgasmos, mientras que las mujeres jóvenes lo hacen en función de la satisfacción de sus parejas. Es decir, que su satisfacción personal se supedita a la de la pareja. Algo así como, “no importa si he tenido o no un orgasmo, si he experimentado placer, porque mi chico sí ha sentido placer y con eso me tengo que quedar contenta”.
Brecha del orgasmo en el día a día
Pero, ¿cómo hemos llegado a esto? Está claro que en el siglo XXI la idea de la mujer eternamente frígida es un mito que debe quedarse guardado en el cajón del oscuro pasado del que salió. Sabemos que las mujeres podemos tener orgasmos, ¡siempre que queramos!, incluso tenemos más capacidad física que los hombres para ser multiorgásmicas. Entonces, ¿por qué las mujeres no se permiten tener placer en sus relaciones sexuales? Es más, ¿cómo es posible que los estudios indiquen que las generaciones más jóvenes se vean afectadas por la brecha del orgasmo?
Bueno, aquí hay que aclarar algo que para los escépticos del término ‘brecha del orgasmo’ quizás les pueda convencer de que sí existe y es real. Los datos sobre esta inmensa brecha (que es más pequeña que otras brechas de género, pero que sigue siendo abismal) se refieren básicamente a mujeres heterosexuales. Porque resulta que las mujeres lesbianas y bisexuales están en un rango similar de orgasmos que los hombres (heteros y gays). Entre mujeres se sienten más libres de sentir y experimentar su sexualidad, ¿por qué con hombres no?.
La respuesta a esta última pregunta es compleja. El patriarcado llega a la cama de forma sutil pero intensa y se manifiesta tanto en hombres como en mujeres. Escenas como la de un hombre que tiene un orgasmo y decide dar por concluida la relación sexual, sin preguntar a su pareja femenina si ha disfrutado, ha terminado, quiere más o necesita más tiempo, son sólo uno de los miles de ejemplos. Mujeres depilándose por completo porque les gusta a sus novios (aunque a ellas no), hombres que no saben con exactitud dónde se encuentra el clítoris (mucho menos cómo estimular adecuadamente a una mujer), mujeres que lo pasan mejor masturbándose que teniendo sexo con sus parejas masculinas, coitocentrismo como única manera de concebir el placer sexual, mujeres jóvenes practicándole una felación a su novio para que se quede satisfecho porque ellas no quieren perder su virginidad aún pero no desean perder su estatus social (Orenstein se encontró con muchos casos así…).
Brecha del orgasmo: cómo enfrentarla
Tras conocer lo que significa la brecha del orgasmo, sólo nos queda preguntarnos ¿qué estamos haciendo mal? ¿No se supone que el sexo femenino se está liberando? Bueno sí, pero lo que a veces nos parecen grandes pasos, que lo son, son pequeños gestos en el movimiento social histórico. Todavía hay mucho que necesitamos hacer para que las mujeres podamos sentirnos libres de sentir placer.
Orenstein considera que debemos empezar por replantearnos cómo hablamos de sexualidad con los más pequeños. Por ejemplo, los niños pequeños escuchan más a menudo el nombre ‘pito’ que las mujeres ‘vulva’ (u otro similar). Aceptamos mucho mejor la masturbación en la pubertad en nuestros hijos varones que en nuestras hijas mujeres (¿alguien habla de a qué edad comienzan a autoexplorarse las niñas?). En las escuelas es común que se hable del orgasmo referido a la eyaculación masculina, mientras que cuando se habla de sexualidad femenina las palabras que resuenan en las mentes de los estudiantes son embarazo y enfermedades de transmisión sexual.
Además, es importante que nos apropiemos de nuestra propia sexualidad como mujeres. Que nos informemos, experimentemos, nos permitamos desear, así como decir no sin remordimientos, y nos sintamos con el derecho innato de sentir placer sexual.
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